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Mes: marzo 2016

Sonrisas contra la guerra

Intérpretes: Nina Coyote y Chico Tornado, Inna Modja. Lugar: Puente de Maria Cristina (Donostia). Día: 25 de marzo del 2016. Asistencia: lleno, unas 5000 personas.

Tras un fantástico día de paseos culturales y alimentarios por el centro de Donostia, la primera de las grandes jornadas del Stop War Festibala dirigió sus decibelios al Puente de Maria Cristina, emplazamiento festivo que – esta vez sí- se antojó perfecto a la hora de disfrutar de los actos programados por nuestra capitalidad cultural para la noche del pasado viernes.

Con un tablado colocado entre los pilones más cercanos a la estación de tren, la gente se dispuso a lo largo del puente y en la orilla del Paseo de Gernika, donde también pudieron degustar los menús de los puestos de comida callejera que el festival ha dispuesto estos días.

Y a quien en pleno picoteo el visionado del show le pillara algo lejos siempre podía acudir a las dos pantallas laterales situadas a ambos lados del escenario que, gracias a una perfecta realización, destacaban los detalles de las actuaciones que se estaban celebrando. Más allá de piruetas conceptuales y sesudos análisis vanguardistas, una pregunta brotó de nuestra cabeza: “¿Ves qué fácil era, Cereza?“

Gracias a esas pantallas que comentamos pudimos ver más de cerca la sonrisa constante de Ursula Strong, batería del dúo Niña Coyote y Chico Tornado, y la complicidad que mostraba con el guitarrista de la banda, el fantástico Koldo Soret. Sin echar en falta los tonos graves del bajo o los más acolchados de los teclados (en parte porque Soret busca recrearlos con los pedales de efectos usados en directo). Ella, a su vera, le pegaba de forma sencilla y regia, remarcando el lado contundente de estos donostiarras.

Sus 45 minutos se pasaron volando entre cantos en euskera, pasajes instrumentales y pelotazos de corte clásico. Melodías que ahondaron en el lado más oscuro de la banda, la que se pirra por bandas como Black Sabbath, Kyuss y Fumanchu. O el gran Iggy Pop y sus Stooges, cuyo “Gimme Danger” recrearon ante la creciente audiencia.

Unos espectadores que ya cubrían la totalidad del Puente de María Cristina cuando llegó el turno de la cantante y modelo franco-maliense Inna Modja. De un primer vistazo pudo recordar a Neneh Cherry en su reciente visita a nuestra ciudad: Tonos trip-hop y una voz central que acaparaba casi todas las miradas. Pero pronto descubrimos que su paseo era mucho más despejado y enriquecedor.

La disposición del escenario nos sirvió de pista. A la izquierda de Modja estaba el muchacho encargado de los teclados y los pregrabados (Pierre Antoine Grison, presentado como “Krazy Baldhead” y responsable de buena parte de las canciones del último disco de la francesa). Y a la derecha de la protagonista se colocó Seyba Sissoko, autor de todos los sonidos de corte tradicional (guitarra, ngoni, kora, tama,…) que sonaron en la velada.

Juntos construyeron un mensaje que buscó posicionarse en categorías más actuales: Sin olvidar los tonos de la madre tierra africana, hubo momentos rapeados y letras en francés, inglés y bambara (idioma malí). En lo sonoro a veces se enfocaban hacia el “r&b” británico o norteamericano contemporáneo, otras se acercaban a la pista de baile de las discotecas y en ocasiones sonaban netamente pop. No es casual que su última grabación la haya capitaneado Stephen Budd, socio de Damon Albarn en el transfronterizo proyecto“Africa Express”

Mención especial merecen las reivindicativas líricas del trío. Unas presentaciones que recibieron muchos aplausos por parte del sensibilizado público: “Lampedusa” recordó la tragedia marítima de hace dos años, “Water” recordó los problemas de la gente que no tiene acceso al agua potable, “Tombuctu” – uno de sus mayores éxitos en el país vecino- puso sobre el tapete la guerra contra el terrorismo que durante los últimos tres años está sufriendo Mali.

El concierto acabó con Inna Modja corriendo arriba y abajo por el puente, mezclándose con el público e incitándoles a bailar y brincar. “La letra con fiesta entra”, pareció decir el cimbreo de la autora, quien puede contar sin rubor que su primer concierto en España fue todo un éxito.

Bill Ryder-Jones: Una noche irrepetible

La iglesia donostiarra de Zorroaga volvió a abrir sus puertas para un concierto de música pop. El llenazo de la sala confirmó lo apropiado de la apuesta de Music Box, la rama de nuestra capitalidad cultural que propone eventos en sitios poco habituales. La cita fue doble y contó con la presencia de un atractivo grupo local y un soberbio autor británico que supo sobreponerse a los acontecimientos con maestría. Es la ventaja de hacer canciones estupendas. Que por mucho que la noche se tuerza sabes que saldrás victorioso.

Desde Arrasate llegaban Mary May & The Muppets, la banda capitaneada por María Fagan Sagasta. Su folk aguerrido recuerda a las andanzas de aquellas figuras de los años 90 (Kristin Hersh, Throwing Muses). La actuación dejó muy buen sabor de boca, ligeramente empañado por esos últimos divertimentos que no casaban con el resto de su lista.

Tras ellos arribaron Bill Ryder-Jones y su diezmada banda: El bajista tuvo que ser ingresado en un hospital local por problemas estomacales. Convirtiendo pegas en retos, la iglesia inaugurada en 1910 fue “el sitio perfecto para probar mis tonos más tranquilos en este obligado formato semi acústico”, como nos confirmaría el autor inglés en los camerinos al final de la noche.

Aparcadas las energías de su último CD, el nervioso “West Kirby County Primary”, su actuación fue un maravilloso viaje por sus discos anteriores. Con la puntual compañía del resto de socios de la gira (batería y teclista), sus rasgados solitarios y esa voz tierna y conmovedora se bastaron para ofrecer una velada sensacional. Tan solo la escucha consecutiva de“By the morning I “ y “Cristina“, dos cautivadoras odas a la melancolía, hizo que la asistencia mereciera la pena.

Afable y divertido entre temas, Ryder-Jones amagó con tocar temas de Jimmy Hendrix y los Smiths antes de atacar el “Two Lines” de Lightships, el proyecto en solitario de otro iluminado de las melodías, Gerard Love (Teenage Fanclub). Y emocionado por la respuesta general y lo singular del lugar, en el día que todo parecía alinearse en su contra, el británico ofreció por primera vez en su carrera musical un “bis” nada más acabar su set habitual. Otro ejemplo más de que asistimos a un concierto irrepetible de un artista extraordinario. De esos que nos confirman que aún hay sitio en el mundo para melodías cuya sencillez nos desarma el interior.