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Mes: abril 2010

La Habitación Roja: Pop de reloj

Hay un axioma no escrito -y sí muy aplaudido- entre las bandas británicas. Sea cual sea su añada, su trayectoria profesional y sus variaciones de estilos, componentes o melodías, ninguna formación que se precie debe superar los 50 minutos de concierto. Dicen que ése es el tiempo que se puede atender de manera activa a lo que escucha sin pensar en sus quehaceres de mañana.

A esta cuestión se le pueden poner mil trajes en las variadas tertulias de barra. Pero si esa máxima es válida en el país del eterno pop naciente, qué les voy a decir sobre estas tierras nuestras. Sobre todo si eres indie, alternativo, paralelo a la industria masiva o como quieras etiquetarte. Mismo da que tengas ocho discos (caso de La Habitación Roja) o que estés aún gateando, como es el caso de los guipuzcoanos Peachy Joke. Hay que ser claro, conciso. Y breve.

Los de Tolosa lo fueron. Presentaban nuevas pintas melódicas y textiles, abandonando el pop rock medio británico medio norteamericano para abrazar cual oso el blues rock de carretera y manta. Su viaje existencial a Barcelona, buscando el profesionalismo ejecutante, les ha movido un pelo hacia los garitos con redecilla delante del escenario y mucho traqueteo guitarrero. Nada nuevo por estos pueblos, pero si se hace bien es gozoso.

La Habitación Roja arrancó dando buen ejemplo de sabiduría. Con temazos como soles para agarrar del cuello a los espectadores y dejarles con la boca abierta. Sacudiendo la tenue irrelevancia de su nuevo disco con una puesta en escena intachable. Dando un puñetazo sobre la mesa para reivindicar sus virtudes.

Claro que, en caliente, el dolor no sale hasta transcurridos unos minutos. Unos 50, canción arriba canción abajo. A partir de ese momento, y potenciado por un postrero bis excesivamente acústico, los temas de los valencianos comenzaron a sonar ligeramente repetidos. Un déjà-vu melódico que hizo sacar los galones a los fans. El resto fue poco a poco volviendo a la tierra (traducción: abandonando la sala), pensando en sus obligaciones diarias o rellenando mentalmente su maleta de Semana Santa con bañadores y rebecas.