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Conchita: Teatro pop

Intérpretes: Conchita (guitarra, voz), Manuel Castro (bajo), Raúl Osuna (piano), Gabriel Szternsztejn (guitarra, director musical), Cristian Concha (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 10 Junio 2009. Asistencia: lleno, unas 900 personas.

Algunas bandas alternativas con cientos de espectadores en sus bolos se montaron en su día los “conciertos a domicilio”, una suerte de actuaciones en salones particulares.

Para Conchita calzarse un teatro lujoso como el Victoria Eugenia cuando tus pelotazos recientes te llevan a escenarios de fiestas patronales debe ser una experiencia similar.

La autora lo sabe: “No solemos pisar muchos escenarios de este tipo”. Claro que el recinto tiene otra serie de virtudes, bien explotadas por la madrileña. Permite la cercanía y la comunicación con el público, predispuesto al aplauso. La noche del jueves hubo hasta ‘hurras’ por el estreno de una guitarra nueva.

Pero vayamos al meollo, que nada de esto molestó a los presentes. La chica ataca el lado melancólico y dulce (con opción a rabieta) de la opción radioformulera. Ya saben, batería con escobillas, bajo con golpeos distanciados, guitarra de apoyo bien suave, teclados sintéticos.

La banda se mantuvo en un segundo plano, lejos de tapar u oscurecer el foco principal. Sin ser tan delicada como otras féminas (Russian Red, Alondra Bentley), su cantar saltarín impreso en personalidad es la marca de la velada. Su voz mantiene el tono juvenil, cercano, tímido e ingenuo.

Como sus letras. Todo un decálogo del desamor de enfoque juvenil. Que si me quieres, que si no, que si no sé si salimos juntos. Con una especial fijación por los sofás y algún abuso del diminutivo, el concierto fue agradable que no comodón, con algunos vapores (o nubes que diría Arzak) de paseo flamenco y guitarrazos de Los Rodríguez. Hasta nos pareció intuir a Mecano en temas como “Me voy”.

Tuvimos que abandonar la sala antes de tiempo para que ustedes puedan hoy leer estas líneas, pero podemos aventurar que sus singles más conocidos sonaron al cierre y que la gente alcanzó tal nivel de emoción que se planteó saltar del gallinero como en los salones del far-west. Porque todo es tan ‘delicadito’ y tan ‘cercanito’ que parecía que estábamos sentados en el sofá de casa escuchando pop.

Publicado enCríticas de conciertos

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