Saltar al contenido

Enrique Bunbury: El hombre delgado no flaquea

En lucha contra crisis económicas y agendas repletas de actos interesantes, Enrique Bunbury estuvo a puntito de llenar el Velódromo en la presentación de su último trabajo Hellville de Luxe.

Con el escenario dispuesto a lo ancho y no a lo largo de la cuerda, en lo que vendría a ser un par de kursaales de asistencia, el maño encandiló a los presentes con un gran concierto en el que, como era de esperar, todos los focos le iluminaron a él.

Expresivo hasta el disloque casi raphaeliano, descarnado y torciendo su cuerpo hasta elaborar tumbadas dignas del motero Jorge Lorenzo, con pases toreros, puñetazos al aire, paseos sobre el escenario, saludos al sol y poses a lo Jagger, Bunbury sigue tan gesticulante y teatrero como siempre. Lo cual no tiene porque ser malo. La suya es una de las mejores estampas sobre un tablado nacional, con una voz juguetona, grave y personal en plena forma.

Aunque a la gira actual, al menos en la capital guipuzcoana, hay que ponerle un pero y un aplauso muy grande. La crítica se dirige al excesivo volumen ofertado y lo agudo de muchos punteos de guitarra, cercanos a alguna técnica de tortura defenestrada años ha. La felicitación, inmensa, al diseñador del escenario y las luces.

Pocas veces se verá un trabajo, empezando por la especie de cama redonda roja que lo centraba, en el que los numerosos complementos visuales se adapten de manera tan bella y concisa a lo cantado, sin cegadores fogonazos gratuitos.

El autor comenzó de negro sobre lentejuelas defendiendo el rock verbal y musicalmente con la tacada inicial de guitarrazos compuesta por los stonianos El club de los imposibles y Bujias para el dolor y ese rockabilly a lo Johnny Cash titulado La señorita Hermafrodita.

También hubo reverencias a David Bowie: Hay muy poca gente y un Lady Blue que ha perdido su belleza glamurosa en la revisión actual. Añadan a Tom Waits, Bob Dylan, el canallesco rock mexicano y la estampa de Jim Morrison y tendrán en la palma de su mano las influencias de este autor.

Mas siempre gusta de dejar un hueco a otros experimentos, como ese toque agitanado y arrabalero de Goran Bregovic (El extranjero), el momento cabaretero de Contar contigo, su tarantiniana Apuesta por el R´n´R, la ya clásica y con guiño local El hombre delgado que no flaqueará jamás o los pausados momentos de El rescate y aquel No fue bueno pero fue lo mejor escrito para el disco compartido con su hermano Nacho Vegas.

Tras dos horitas largas con el bis habitual algo cojo (cerrar con El viento a favor es un pequeño tropezón energético) y el cierre posterior que pareció existir por aclamación popular, un excelente Bunbury demostró la calidad de su propuesta dignificando, si es que hace falta, la necesidad del uso de este tipo de escenarios frente a otros emplazamientos más cuadrados y céntricos a la hora de ofertar conciertos rockeros de amplia expresividad sonora y visual.

Publicado enCríticas de conciertos

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *