Hay que ir a tientas con el turismo. También con el cultural. No se puede echar pestes de la invasión foránea en casa y luego, cuando pisas ese Añorga de los 70, ordenado alrededor de una carretera, vanagloriarlo como si fueras un influencer de instagram.
Es difícil la mesura, claro. Su teatro es precioso. Como uno londinense, de la era punk para más señas. Y todo lo que mantenga la crudité nos va a llamar la atención a quienes ni siquiera recogemos las bandejas del MacDonalds. Pero su agenda es abierta, completa y familiar, con preferencia por lo euskaldun, y lleva años bragando para reflotar el ocio de sus 1800 habitantes censados. Nos quedaremos con lo positivo, con la idea de que el radar se nos ha abierto y ahora Añorga entrará en nuestras búsquedas.
– fin ying yang personal-
Hablando de crudité, egalité y brutalité...nada mejor que Lisabö, la banda que actuó el pasado sábado en el Añorgako Zinema. Un cine a reventar en sus costuras, sin tickets a la venta. Una formación que une a altos y bajos, del centro y de las afueras, de izquierdas y derech-MÁS IZQUIERDAS.
Y mira que su mensaje sigue siendo crudo, realista y descarnado. Y todos y todas deseando estar en la fila -1. Recibiendo los impactos del bombo en el estómago. Haciendo hueco al martillo percutor de los tonos vocales.. Abrazando (unos más que otros, para mí fue algo que distorsionó demasiado el conjunto) el abrasivo bajo, puro lanzallamas sónico.
En su órbita, la sencillez: luces blancas, sin un foco más coloreado que otro. Una mesa de mezclas que te puedes llevar en Lurraldebus. Amplificadores gigantes. Dos baterías. Dos bajistas. Dos guitarristas. Dos cantantes. La versión cabreada de la película de Bigas Luna.
Cantar sería mucho engalanarse. Lisabö expulsa las letras de Martxel Mariskal, poco habituales en la poesía musical. A veces cerca del micro, otras mientras éste baila entre sus guitarrazos. Con una de las cosas más preciosas que pueden existir en el mundo musical: que toda la banda forme un círculo, algunos dando la espalda al público, como esa reunión de amigos que es, mientras unos y otros cantan la letra a chillido pelao. Puede que a a veces sea para marcar la reentrada, quien sabe, que son gente que no conoce el 4, el 8 ni el 12 con el que suelen acabar las vueltas y saltan en el 7 o el 13. Nos da igual. Esa imagen reconforta y nos vuelve a enamorar con lo que entendemos como grupo musical.
Para muchos de nosotros sigue siendo el top de la energía, la fuerza, la rabia y la contundencia. Siempre con naturalidad. En eso que puede ir entre el post-hardcore y el post-rock y que lo único claro es que va a quedar para nuestra Post-eridad