Lo ha contado mejor que bien, extenso y detalado, Ricardo Aldarondo en su texto del RDL. Pero alguien tenía que hacer el texto de lectura gratuita y accesible, así que ahora os aguantáis.
Porque ir a ver a Heavenly a la fiesta que se montó el Madrid Popfest nunca es solo eso. Siempre hay más cosas. Primero, el temor: ¿Mantendrán el tipo después de tantos años?¿Merecerá la pena el fin de semana de Cumpleaños de Ronaldo que la ciudad te invita a pegarte? Casualidad, coincidía con FITUR, y todas las colchonetas que había debajo de los puentes (“Habitación con diez camas, vistas al atardecer y baño compartido”) están ya reservadas vía Booking.
Porque Madrid es de lo más heavenly que hay – para ir de fin de semana largo-. El centro, y los barrios. Las tiendas y las exposiciones. La amabilidad de los tenderos (curioso, nadie da las gracias al salir de los establecimientos) y la oferta excelsa de todo tipo de inquietudes.
Las cañas – ya tercios- y el tapeo. La comida rápida de cualquier parte del mundo y la calmada de Grecia o Canarias – una delicia-. Las terrazNO ESO NO PUEDO DECIRLO, y las curiosidades en forma de vaso tiki. Todo eso está en Madrid, por más que tengan esos dirigentes.
Y después está la razón de tu viaje: el concierto. En teoría es esa, pero hay mucho más. También vas a reunirte con gente que comparte tus gustos. Algo que con 13 era difícil y con 50 lo sigue siendo. Algo que era difícil en festivales y ahora lo es más aún.
Es gente feliz de estar en la Galileo, el Bilderberg del indie patrio. Se les ve en la cara. En las charlas. En las compras alegres – no he visto tantas totes juntas en mi santa vida-.
Realmente el Madrid Popfest no es un festival. Es un parque de atracciones. Es una fiesta. Es una cena de amigos. Es amor fraternal, maternal, grupal. Es una forma de defender la belleza del pop independiente en estas edades de suspicacias y cinismos. ¿A quién no le va a gustar un baptisterio indie?
Y luego el menú. Los organizadores no fallan el tiro jamás. Y mira que los grupos oldies, los canónicos, tienen su peligro. Tirar hacia la nostalgia siempre es arriesgado. ¿Cuánto pondremos de nuestra parte y cuánto de la que estamos viendo y escuchando en el momento? Viendo a mucha gente bailar, chillar, levantar la mano y saltar confirmamos que la actuación de Heavenly fue un maravilloso refresco. No olviden que muchos de los que hicieron eso al día siguiente se bañaron en Logoprofen y bucearon en Ibuprofeno. La vida es riesgo.
Con algún pequeño desajuste al inicio, la lista de canciones se pasó en un periquete (buena señal) y recogió muchos de los éxitos populares y personales de los presentes. Con la banda sonriendo todo el rato, que eso siempre suma para transmitir buen rollo. Chapurreando sin vergüenza en castellano (“¿Cómo que no?”). Y con un cierre fabuloso gracias a Rafa Skam haciendo el siempre complicado papel vocal de Calvin Johnson en “C is the heavenly option”. En lo expresivo le ganó por goleada. Fue un gran momento para recordar porqué nos empezó a enamorar el indie y porque este, este precisamente, sigue estando vigente y presente a la hora de alegrarnos la vida.
Fue un broche perfecto a otra escapada de ensueño en el que la ciudad, los amigos, amigas, organizadores, simpáticos desconocidos y grupos musicales nos pintaron la cara con una sonrisa durante todo el día y la parte de la noche en la que tuvimos los ojos abiertos. Ahora, al Festival de Marzo – si es que podemos mantener el fair play financiero casero-