Saltar al contenido

Etiqueta: Jamie Cullum

Jazzaldia 2015: galerna de sonidos interrumpidos

“El próximo Tambor de Oro”, “le he visto limpiando la Zurriola”, “acaba de ayudar a bajar un gatito de Alderdi Eder”. Adaptaciones de logos locales con su nombre o cara. Era de esperar que Jamie Cullum fuera pasto del humor internetero. La sobreexposición que está teniendo en este Jazzaldia es digna de comentario. Elogioso y respetuoso, porque el muchacho lo ha bordado en cada salida a escena propia o ajena. Y buen favor que le está haciendo el británico a la ciudad, tuiteando, poniendo fotos de nuestras playas, desayunando en cafeterías “hipster”, comiendo en restaurantes de postín y tocando el piano en museos del bebercio. Sobresaliente en eso que llaman “impacto económico”. ¡Y sin tener que desnudarnos como con aquel fotógrafo!

Más de uno buscaba al omnipresente ayer a la tarde por las terrazas del Kursaal. Buscando ampliar la enorme lista de fotos subidas a internet en las que aparece este autor y nuestra capital de fondo. Suponemos que con él se cierra la trilogía de autores “donostiarrizados”. ¿Que cuál es el otro par? Pues Bruce (Springsteen) y Woody (Allen).

Aunque para tríos preferimos (no se asusten, seguimos hablando de música) al Elkano Browning Cream, quienes actuaban en el Escenario Coca Cola, el pequeño y recogido espacio situado en el lado más cercano a Sagües. Los Elkanos ilustraron el tremendo bochorno del viernes a la tarde con la maestría que les caracteriza. No nos cansaremos de repetirlo: El teclista Mikel Azpiroz es un músico genial, espectacular. Si músicos profesionales de la talla de Mikel Erentxun o Fermín Muguruza le invitan a formar parte de sus formaciones será que el autor se las trae. Y se las lleva. A donde quiere. Nos referimos a las teclas negras y blancas de su teclado. En este Browning Cream multicultural (francés el batería, británico el cantante) Azpiroz proclama sus amores por el Hammond, ese órgano de sonido calido al que el donostiarra le pone un tono tórrido y contagioso.

Empezó terso, con aires de acid-jazz, para ir ganando ímpetu con el paso de los minutos. Dibujando arabescos de salón y ritmos casi tribales, brochazos de bossanova y un enfoque bailongo. Si se quedaron con ganas hoy pueden verles por partida doble. A la una del mediodía están en uno de los satélites del Jazzaldia, en el escenario Txingudi situado en el centro comercial de idéntico nombre ubicado en Irún. A la noche (23 horas) repetirán presencia en la zona gratuita del Kursaal.

En la Terraza Heineken era el turno de Lara Vizuete. Estilosa señorita que se plantó acompañada de un cuarteto efectivo en sus labores. Un proyecto que comenzó como unión puntual y prosigue ahora en lugares más abiertos. Presentó un repaso cronológico de la historia del jazz. Nosotros vimos los capítulos dedicados al fado, al cante con deje andalúz y a las melodías transoceánicas. Con momentos “a capela” de esos que diferencian a cantantes y aparentes. Ella, no lo duden, pertenece a la primera categoría.

En el escenario principal de esta zona de secundarios, el Escenario Frigo, la gente se cuadraba ante el estilo de Charles McPherson. Un señor curtido en la escena desde los años 60 que toca be-bop con la energía de un chaval. Bien apoyado en un trío de piano, contrabajo y batería, McPherson ofreció un gran espectáculo que defendió las antiguas – que no viejas- maneras de esta amplia etiqueta musical denominada “jazz”. Si pueden ustedes asistan sin falta a su actuación gratuita del domingo a la tarde, dado que el pase de ayer se quedó cojo.

El suyo fue uno de los primeros conciertos en suspenderse por culpa de la galerna. El resto fueron cayendo como piezas de dominó. En la organización no se andan con tonterías en estas cuestiones. “La seguridad es lo primero”, decían jefes y currelas. Gente que se habían pasado media tarde reforzando tenderetes. Retirando sillas y plegando sombrillas.

Porque la lluvia puede ser un molesto problema para los espectadores. “Esto es para valientes”, decía un asistente mientras se dirigía hacia la salida de la zona. Pero si el agua viene acompañada de viento y arena la cosa se pone mucho más seria. Hay unos límites eólicos que no se pueden superar. Y en la tarde de ayer el tope más precavido se sobrepasó en varios instantes. Bien el Jazzaldia tomando estas medidas.

A la hora de entregar este texto la maquinaria parecía volver a arrancar con normalidad tras el obligado parón. Y en la playa el sonido volvió a tomar un marcado cariz “indie”. El reinicio permitió disfrutar de las refrescantes canciones del grupo Lonelady. digitalismos experimentales con una voz bien modulada que se merecen todas y cada una de las estrellas que a sus discos le han dado publicaciones musicales tan exigentes como Pitchfork.

Jazzaldia 2015: contra viento y marea

Los Jazzaldiers (hay que ponerles un nombre festivalero moderno ya, hombre) se merecen un trono. Un premio. Un reconocimiento. Vale que muchos de los asistentes sean donostiarras y estén acostumbrados a que llueva horizontal durante todo el invierno y parte del verano. Pero los cientos de asistentes, locales o no, que pisaron la arena para disfrutar de la sesión potente de Jamie Cullum se ganaron todos y cada uno de los aplausos que pueda haber en este artículo.

El británico salió en todas las mini entrevistas que hicimos, como la realizada a la pareja valenciana Tony y Amparo a quienes no conseguimos sacarles un apellido. “Hemos comprado su entrada para el concierto del Kursaal, y hoy vamos a ver qué hace como DJ. Lástima de lluvia. Aunque supongo que vosotros estaréis acostumbrados”. El dúo aprovechó su salida vacacional anual para venir a nuestra “verde tierra y pasarlo bien en esta inauguración gratuita”.

Suponemos que los valencianos acabaron contentos la tarde noche. Porque Jamie Cullum pinchó como si la Zurriola fuera un tugurio nocturno del Londres más oculto. Desatado, impactante, con las ganas de bailar como único objetivo y mucho swing en su selección. Ya lo había avisado en la entrevista publicada en este medio, pero su sesión superó toda expectativa. Los artistas como Cullum lo son en todos los sentidos. Demuestran ese gen especial, entrenado con los ensayos y curtido en la escucha de mil y un discos. La selección de canciones confirmó que este eterno joven sigue estando en la onda por méritos propios.

La tarde inaugural comenzó a las siete de la tarde, con un ojo puesto en las nubes y otro en los distintos escenarios gratuitos que abrían este Jazz Band Ball. Poco poblados al inicio, el respiro que dieron las nubes negras permitió que la cosa se fuera animando. Quien sabe si fue por la aportación caribeña de Zanmari Baré en el escenario Coca Cola. Ellos fueron la primera sorpresa del festival. Su música tradicional de la isla de La Reunión fue un soplo de aire fresco, una vitalidad contagiosa. Y con la sola compañía de las voces solapadas en preciosas capas, y varios elementos de percusión. No se los pierdan esta noche en el Museo San Telmo, que repiten fiesta.

En el escenario Frigo estaban los “Messis” de la escena jazzera local, la Euskadiko Ikasleen Jazz Orkestra. Chavales y chavalas muy jóvenes (la nota de prensa cuenta que rondan los veinte años) que tocaban que es un primor. Dirigidos por la batuta compartida de Josetxo Silguero e Iñigo Ibaibarriaga, su actuación fue una fiesta de ese estilo Big Band que tanto gusta por nuestra urbe.

Músicas muy sopladas (había una sección de viento que superaba la docena de miembros) y contagiosas que encontraron un hueco para recordar de manera simpática y elegante a bandas como Negu Gorriak (muy “latin-funk” su versión de “Ezan Ozenki”) y Hertzainak. La formación cuenta con un compositor invitado, que este año ha sido Angel Unzu. Autor del que interpretaron un par de melodías. La primera de ellas, “Balada para Cifu”, dedicada al fallecido periodista radiofónico Juan Claudio Cifuentes, fue una preciosidad que hubiera emocionado al homenajeado.

La madrileña Maria Repollés estaba obnubilada con el espectáculo. Miraba atenta al escenario sin hacer ademán de moverse. Hipnotizada. Muy sonriente nos contó que le estaba gustando mucho y que se lo estaba pasando muy bien tanto en el festival como en la ciudad. María tenía 3 años y medio, una edad muy agradecida para responder a las preguntas de este cotilla. Sus padres completaron la opinión de su criatura indicando que los niños disfrutan asistiendo a estos conciertos “de mayores”, y que suelen salir encantados de estas actuaciones tan populosas y vitales. Los progenitores estaban al tanto del Txikijazz, el programa del Jazzaldia que arranca este viernes y que tiene a los tiernos infantes como protagonistas principales.

Nuestro paseo playero también paró en la actuación de Carla Cook. Por cierto, curioso el indirecto guiño de los promotores a nuestra hostelería, esa que se engalana estos días con motivo del Jazzaldia, con la selección de algunos de los grupos del Jazz Band. Carla Cook (“cocinero/a”), The Cookers (“los cocineros”, quienes actuaron en las terrazas ayer a la noche) o Ray Gelatto (“Helado”). Marca Donostia, que dicen por ahí.

La señora Cook llegó al escenario Heineken con un acompañamiento nacional de piano, contrabajo y batería. Músicos que arrancaron con un brioso instrumental antes de dar paso a la reina de la noche. Carla, como bien nos indicaba el donostiarra Juanjo García, es un ejemplo “del mejor jazz vocal clásico, un estilo que si se hace con encanto es muy agradecido”. Viendo la respuesta de la gente suponemos que la cantante consiguió convertir ese espacio en otro recogido escenario. Una réplica de esas tabernas con velas que ubican nuestras noches más tiernas. La dama y sus colegas repiten cita esta noche en estas terrazas. Esperemos que con el agua de lluvia como recuerdo pasado.