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Mes: junio 2024

Ponga un Rammstein en su vida

Donostia podría lanzar la campaña publicitaria con ese nombre. 37000 almas directas, unas cuantas más de forma indirecta y cercana, demostraron la tarde-noche del pasado miércoles que la marea de seguidores de la banda alemana es un ideal para cuestiones turístico-musicales.

– Consumen más que un coche viejo en un viaje de montaña. Siempre hay alguno que calcula mal los tiempos, el día es largo y el calor apretaba. Pero la inmensa mayoría de los miles de negros asistentes – a las ropas me refiero- que ocupaban el tapado césped municipal donostiarra llamó a los birraman o se paseo para refrescarse por los bares del estadio. Y aledaños. No habrá muchas quejas entre sus dueños, con cero revueltas recogidas en nuestro paseo por la zona. Otro día levantamos la veda de los vasos de plástico. Que no queman tanto como un paseo en avión de Taylor Swift, pero deja su huella salvable.

-En Rammstein se disfruta aunque no seas fan. Tres horas de Bruce Springsteen muy bien, pero si no controlas al de Nueva jersey llega un momento que vas a pedir voluntariamente al bar. Los seguidores del combo alemán entran a trapo desde el minuto uno. Jaleando la bajada de los músicos desde los cielos. Uniéndose en una voz cuando la apisonadora les deja hueco. Y si te ha tocado una invitación en la feria de turno no desesperes. Puedes echar dos horas largas viendo el montaje que se trae esta Fura del Baus de sonidos industriales.

Rammstein: El espectáculo no defraudó

El grupo alemán desplegó en Donostia su arsenal de sonidos contundentes y fuegos artificiales en una fiesta que se alargó hasta la medianoche.

En Rammstein todo está montado para impactar. En la zona exterior del Estadio de Anoeta un camión gigante vendía productos de la banda a los seguidores que hacían cola. Una vez dentro del recinto el escenario era imponente. Una gran torre a medio camino entre Metrópolis y Gotham City, por la que luego bajarían los músicos al inicio del show, comandaba el lugar. A su vera ventiladores gigantes, pantallas enormes y un gran montaje lumínico esperaba ser activado. Ya en el césped varias torres de luz y sonido amplificaban un volumen que, si bien se notaría en el cuerpo, no parecía llegar a esos límites que ponen nerviosos a los vecinos del Santiago Bernabéu.

Los altavoces se activaron con ‘Music for the Royal Fireworks’ de George Frideric Handel, el encargo de Jorge II de Gran Bretaña para la celebración del final de la Guerra de Sucesión Austriaca. Lo que vendría después no sería para oídos tan amables. El heavy, rock duro, techno y metal industrial se irían combinando la noche del miércoles en fusiones de gran pegada.

Tras bajar de las alturas y saludar al respetable, ataviados con vestimentas de corte futurista y neopunk, los músicos arrancaron con las guitarras cortantes de ‘Ramm4’ y la primera de las grandes explosiones de la cita. ‘Links 2-3-4’ llegó tenebrosa y ‘Keine Lust’ fue la primera gran arenga al público.

‘Sesnaucht’ unió fuegos de artificio y ritmos de corte marcial. ‘Asche du Asche’ viajó contundente entre voces de ópera y una nube que invadió el lugar. La esperada ‘Mein Herz Brerunt’ llegó con atractivos detalles arabescos para acabar entre llamaradas y un armazón pegador.

‘Puppe’ fue una gran fiesta escénica. Un carro gigante de niño que simularía arder en llamas y escupir confetis dio respiro a la contundencia de la noche. En la remezcla de ‘Deutchland’ evocarían a otros ilustres germanos, Kraftwerk. ‘Radio’ deslizó aires digitales en sus tonos más cercanos, dando pie a la fiesta de ‘Mein Tell’ y su gran caldero humeante en el que colocaron al teclista para intentar abrasarlo con un lanzallamas.

‘Du hast’ arribó entre detalles sintéticos y ritmos de inspiración épica. El público cantó a una sola voz el estribillo de la pieza mientras asistía al momento más increíble de la noche: el cantante Till Lindemann lanzando bengalas y las torres repeliendo el ataque mientras una explosión de fuego calentaba al más fresquito. Los destellos continuaron en ‘Sonne’ mientras los amplificadores expulsaban tonos de ultratumba enfadada. El piano de ‘Ohne Ditch’ sirvió de primera despedida.

El retorno mostró al combo subido al escenario pequeño presente en el lugar para interpretar ‘Engel’. El aire acústico de la pieza fue iluminado por los móviles de la gente que coreaba sin remisión mientras ellos volvían al gran tablado montados en zodiacs por encima de las cabezas del respetable. ‘Auslander’ se pondría traje techno para continuar con la abrasiva noche. ‘Du riechst so gut’ fue gutural y desmesurada, con las bengalas apoyándose en la espalda del cantante. Esta crónica de urgencia se cerró con otro martillazo llamado ‘Pussy’ y unos asistentes totalmente entregados al festejo de ritmos monumentales y efectos visuales que conforman la gira de Rammstein.

Robert Forster: El pop campeón

Intérpretes: Robert Forster (voz, guitarra). Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 01-06-2024. Asistencia: lleno, unas 250 personas

No es baladí llenar una sala el día de la final de Champions futbolera. Ni habitual ver a un autor lustroso acercarse a la puerta para avisar que el concierto comienza con retraso. El mismo creador que, en su seria simpatía, le deja la guitarra a uno del público para que se la aguante un momento y después se sube a probar sonido con la sala repleta consiguiendo un silencio mayor que el logrado por el 95% de las formaciones en sus actuaciones.

A Robert Forster, antiguo miembro de Go Betweens y músico de brillante carrera solitaria, se le adora y se le respeta por algo. No por el sonido de su guitarra, mejorable. Ni por una voz que nota el paso del tiempo – 66 años- en su potencia. Es, como solía ser, como esperamos que sea, por sus canciones.

Piezas en las que hubo nostalgia y presente, como ‘She´s a fighter’ o la divertida ‘Life Has Turned a Page’, esa oda a los grandes viajes purificadores que se quedan en paseos cercanos. Una diversión emocional y emocionante en manos del señor que toma sus zapatos negros (‘Spring Rain’) en una pose magnética, hipnótica, atractiva en su sobriedad – café , agua y 0,0 en el maridaje escénico-.

Se disfrutó del hombre que surfeó las emociones del respetable (‘Surfing Magazines’) hasta incluirles en la canción. Retomando la parte más oscura (‘Tender Years’) y dura (‘He lives my life’) de su repertorio. A veces acelerado cual hermano del blues (‘Here comes a city’) y otras cercano al Lou Reed trotón (‘Was There Anything I Could Do?’). Desbordando virtudes narrativas (‘Darlinghurst Nights’). Sencillo como el pop kiwi en sus progresiones (‘Always’) y siempre palpitante (‘The House That Jack Kerouac Built’) en su repaso noventero.

El público salió feliz, apoyándose en el suelo por pura inercia. Como si hubiera visto pintar el Guernica en directo. O se hubiera colado en la habitación de Tanworth-in-Arden cuando Nick Drake tenía el bolígrafo en la mano. Porque Robert Forster está en la liga de los sencillos hombres extraordinarios, a la derecha de Billy Bragg y pegado a Jonathan Richman. El sábado volvió a demostrarlo en la lujosa cercanía de la sala donostiarra.