“Mucho mejor que la visita de Stereolab”. La frase era un clamor entre las paredes de la sala, se murmuraba en las esquinas a las que le cantó Ibon, brotaba entre la espuma de la cerveza y el hielo del Kas, se escuchaba en la larga cola final para comprar el disco a 25 euros. Ese “cool Daba” -que nos regaló Laetitia Sadier casi al final de su concierto del pasado miércoles- disfrutó de una cita grande en lo artístico, reivindicativo y emocional.
“Más sofisticado que tomar el thé levantando el meñique”. A veces se recurre a tópicos casi burlescos cuando no sabes explicar una maravilla. Atrapados como estábamos en esa lista de piezas opioide, que empieza con chutazos – es un decir- para ir entrando en el placer calmado y acabar paseando por el lago plenamente consciente del subidón emocional, en el relax final. Un ‘Stendhalazo’ cuqui de belleza total.
“Cuando una forma de ver el mundo desaparece debemos apostar y luchar por la siguiente”, decía la autora. Aquí no hemos venido a rimar “noche” y “coche”. Hablamos de empoderarnos entre coros gospel callejeros y ambientes 70s. De tormentas expresionistas que nos dirigen a Sean O Hagan. Nadie como ella, ellos, para correr sobre piezas de Tente y seguir sonriendo, mirando al futuro negro con optimismo y amor propio. Y todo de forma fluida. Casi natural en su extrañeza. Cotidiano en su belleza.
“Es gente que comenzó a ensayar en garajes, tío”, comentó Asier Martín. Por eso ve a clones como Beach House y le da igual su baño de estadios. Aquí estamos para lanzar un mensaje. Sobre músicas pop sincopadas, recortadas y montadas con (mucho) arte y (aún más) ensayo. Venimos a perdernos en el espacio con mensajes reivindicativos. Tocados con la zurda sin ser zurda, solo girando la guitarra.
Ya hemos hecho giras rentistas y aún le rendimos honores mejorados, que para algo somos ingrediente principal. Pero nosotras cerramos la hora y cuarto de concierto con un bis que pinta un tema folk digno de Nick Drake si este fuera un parisino refinado, digno y parte de la mesa de ‘Apostrophes’. Un caprichazo, como decía y repetía Julen al finalizar.
“Es encantadora”, escribía Iban Zaldua en Twitter. Y ya saben lo amplio, ancho y alto que mira Iban cuando escribe. Seguro que apuntó
- el órgano que te llevaba de la mano en Protéïformunité
- el pop futurista de cómo sería AIR con guitarras.
- Los paseos entre el jazz y Gershwin.
- Con capas chulas, inspiradoras y abiertas elaboradas con juegos preciosos. Entregados al suave vaivén (“Love”) sobre hilos de voces añejas que a veces tiraban para la oscuridad de los Beach Boys y las vocales trenzadas y otras bailaron al son de una BSO del soft porn agabachado.
- Con enfoques de mitin atractivo al que le daríamos el voto sin mirar.
Gozando de lo escuchado, felices en la vuelta a casa, difundiendo la palabra. Como ahora en este blog.