No pienso hacerle la competencia al oficial. Unos dirán que vale, otros que fatal, otros que poca chicha y otros que demasiada limoná -de botella verde-. Que si es demasiada gente, que si es poco, que si se llenó la playa, que si había calvas, que si más silencio, que si más cachondeo….
Ni puedo adentrarme mucho por terrenos jazzero-puristas dado que apenas pude ver actos de este tipo. Los cuales parece que, más allá de aplausos oficiales, siguen gustando y encandilando por su acertada oferta y su aura especial. Casi ni me senté bajo techo. Pero The Bad Plus no me pareció tan especialísimo. Bueno, ni «Tan» a secas.
Sobre lo demás me pilla más cerca opinar. Y ser opinado.
Creo que el Jazz vive una disyuntiva no muy pronunciada pero eterna sobre sus escenarios gratuitos. Esos espacios son para mostrar otras cosas que se presuponen interesantes más allá de los amores que cada uno tenga hacia sus bandas de cabecera.
Claro que insteresante puede ser término distinto para patrocinador (reventón con Vetusta Morla y Russian Red) y oyente (Shimabukuro). O a veces no.
Desconozco la relevancia que el pagador puede tener en la selección de grupos. Si la tiene. O no. Un punto que me puede interesar, pero queda lejos de mi conocimiento y de este análisis objetivo
Sea como fuere, pudo haber sido peor. Pudo haber aterrizado Amy Macdonald.
¿Quién programa actuaciones los domingos a las 23:59, actos que acaban a las 2 de la mañana de un lunes laborable? Afortunadamente, señores organizadores, el ERE se queda en la mayoría de los casos en algo exclusivamente neuronal por el paseo entre actos jazzeros, y no ataca su vertiente laboral.
Esta es, y no otra, la agenda del blogero que el viernes noche se paseó por las zonas abiertas y gratuitas (hasta puntos envidiosos) del Jazzaldia 2009. Contada de manera casi Twittera. Porque esa es otra de las maneras de vivir el Festival. Sumando ideas.
Es palpable. Se nota en el ambiente. Se ve en las calles y plazas. Queda constancia en escenarios cerrados y abiertos.