Oda al perdedor

Allá en el ancho grande, allá donde vivíiiiiiaaaaaaa. Esas tonadas mejicanas que seguro regaron la bien regada celebración de Laso por su campeonato del 4 ½ debieron ser cantadas por el segundo del cajón, don Peio Etxeberria.

En la pelea de Dones fue su punto fuerte. El sitio a donde mandaba la pelota como una exhalación en las primeras tacadas, como si tuviera una pala en la izquierda. El lugar referido por el botillero (‘En cuanto lo veas claro, al ancho’) para ganar los tantos cuando la vela comenzaba a apagarse. Espacio que le dio alegrías, pero también penas. Cuando llegó forzado a devolverla se cumplió lo habitual, colchón y fuera. Cuando andaba repartiendo que ni Amazon en Primer Day allá corría un Laso que al principio claudicó ante la velocidad que le daba a la pelota el contrincante.

Serio como de costumbre, concentrado, respirando hondo para evadirse y para recuperarse de unos tantos que llegaron a tener 35 pelotazos. Etxeberria jugó imperial mientras pudo alejar la pelota del contrario. Pero cuando llegó el bote, la pelota gastada, esa diferencia a favor pero siempre exigua….ahí acabó todo.

Como en los viejos partidos de futbol, contra algunos pelotaris como Laso deberías jugar con ventaja. O ganártela a pulso. 12-3, 16-6. Esos marcadores necesitas para, llegado el tramo final, jugar con la calma que te impide el cansancio. Buscar el tanto ganador que te permite la tensión. Pero el bote. Ay, el bote. Así, con tiempo, con emoción creciente, con confianza… ahí Laso sale victorioso casi siempre. Y ayer no fue la excepción.

Pudo serlo. Lo tuvo en la mano. Pero no se puede regalar dos tantos yendo empate a 17. Y dejar que Laso, un cohete, un sultán, pase ´a comandar 19-17. Ahí se vio la quinta marcha de Laso. Comandado desde boxes de nuevo imperial por Mariezkurrena, que cuando juega la manda hasta el rebote y luego, cuando dirige, intenta quitártelos. Veía tenso al pupilo. Nervioso. “Venga suéltate, pega un chillido al hacer el tanto”, le exhortaba. Se vio el momento en la televisión. Ese que retrató la pantalla de fondo cuando el ganador recibía la txapela. Brazos tensos y abiertos, un grito. Aviso de tormenta para el contrario.

Brazos abiertos, pero relajados después del tute, fue los que le ofreció Etxeberria al nuevo rey de la jaula. Un abrazo dolorido, emotivo y muy bello. La amistad floreció después de la cruenta guerra deportiva. Cabizbajo, jodido, de nuevo segundo en esta competición. Centrifugando el coco por aquel golpe, esta dejada, aquel sotamano y ese dos paredes que se fue bajo la chapa. Es lo que toca. Mañana, de nuevo, a responder entrevistas, breves por el espacio final del cajón. Y a seguir luchando en esta fratricida refriega de pelotazos, generales, soldados y colinas.

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