Los 10 minutos de hoy

Todo tiene un comienzo y un final que es un comienzo.

Le leo a Marlon Brandy un tweet que enlaza a un post de Joan Vich. Comparto ostias en la boca y la gran frase «a la gente no le gusta la música». Recuerdo el alucinante subidón de ayer escuchando el disco de Smith Westerns. Sobre todo las 4-5 primeras canciones.  Lo mejor del año de calle, sea ésta la Barranquilla o Serrano.

Me vuelve a la cabeza la muerte del CD – sobre todo por su duración y volatilidad-, el éxito de la reinvención comercial de vender canciones sueltas, el amor y pasión que sienten quienes más dificultades tienen en la adquisición y escucha (los vinihilistas).

Retomo la idea de Joan sobre la sociabilidad de los festivales y los grandes huecos existentes de los conciertos en salas. Cómo se potencian los primeros en las grandes ciudades y como se persiguen los segundos en todo tipo de villas. Palonitas y cine de autor. Nada nuevo. Solo traspuesto. No busquéis el punto en el que creación y consumo se pelearon perdiendo el primero. Da igual.

Reparo en la cada vez más numerosa presencia de solitas y duetos – hablo a a nivel underground- o, al menos, su incremento en los últimos años.  La vida es un Excel con muchas obligaciones. Pienso que quien toca debe responder a ese impulso primario indefendible de tener que expulsar lo que siente. Y lo que venga después, en forma de factura o concierto, vendrá. Una vez hecho, ya no es tuyo.

Pienso en el triste proceso creativo, cuando empiezas escuchando todo con gozo pensando en el futuro sin saber tocar un arpa de boca y acabas en el presente sin escuchar a nada ni a nadie. De asistente a protagonista que mira desde la burbuja. Como esos raperos de barrio que acababan en las mansiones on the hill. No se crean que en sus ciudades no hay colinas. Las hay. Integradas en calles y avenidas.

Ojala la gente fuera más El Mundo Today. Más Today y menos El Mundo.

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