El pequeño comercio

¡Qué bonito y bello es! Con su atención personalizada, su señora simpática y el hombre con el lápiz en la oreja siempre presto a tomarnos las medidas –salvo que sea una funeraria-. Con sus historias del pasado, su decoración involuntariamente vintage. Qué sería de nuestra vida sin ese poso breve de amor en cada esquina, ese trato humano tras cada mostrador, esa anécdota que más tarde hará brotar las sonrisas de nuestros amigos. Qué tierno y colorido, voy a subirlo a instagram

Qué sería de nuestra vida…. pues lo que está siendo de un tiempo a esta parte, coño.

Esos cubículos de madera y cariño están viendo sustituidos por templetes de tecnología, porque hasta la de la mercería tiene un móvil y quiere saber cuanto antes y a 3 pasos porqué no le pilla el 3g si está con la boina puesta. Si nos pasamos todo el día pegados a una pantalla, es normal que sus arreglos estén lo más próximos posibles a nuestro asiento habitual. En una urbe que está convirtiendo sus tiendas de ropa en oficinas de turismo. Cuando consigan que el hecho de probarnos la ropa sea más sencillo vía internet, adiós a ellas también.

Lo de la alimentación va por mal camino también. Tiendas casi familiares que abren de 9 am a 10 pm para poder sacarse un jornal mínimo frente a la posibilidad de comprar todo tipo de especias en nuestro smartphone. Y qué decir del bebercio, con esa socialización vía tweets o mensajes de Telegram.

En ellos lloramos y nos perdemos miradas furtivas casuales -pronto haremos migas con gente situada a pocos metros vía app. No solo para follar, que eso ya existe, sino para hablar- , tecleando sobre el cierre de librerías o music shops o para quejarnos por la huelga en una empresa que, al menos una parte, deja sus euros en nuestra tierra mientras nos llega el aviso de Amazon. Viendo letreros de “se alquila” en las agencias de viaje que no nos mandan notificaciones sobre ofertas en Torrevieja o León.

Podríamos colocar un cartel porno en la avenida principal y la mitad de nosotros lo obviaría por estar en ese mismo momento mandando Whatsapps. Las ciudades podrían invertir en google maps en vez de en fachadas. Total, nos perdemos media vida en ese pequeño cristal que brilla y vibra ¡Como para ver tiendas sin luces estroboscópicas y músicas de after!

-post escrito desde un móvil-

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