El conocimiento nos hará…pobres

Desde que el conocimiento se convirtió también en negocio es habitual hablar de «industrias culturales». De hecho, más allá de esa concepción empresarial, es difícil encontrar conocimiento que no haya sido integrado en alguna forma de mercado. Cualquier manifestación de producción de subjetividad, expresión artística o actividad cultural es susceptible de convertirse en «objeto de cambio», quedando relegada su «función de uso».

El nombramiento de Ángeles González-Sinde como nueva ministra de cultura del gobierno socialista parece que apunta en esta dirección. La hasta ahora presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas se ha caracterizado por resaltar el carácter empresarial del cine y es una de las adalides más destacadas de la lucha antipiratería, con todo lo que este término tiene de confuso y engañoso.

Los ataques a las redes de intercambio, promovidos por diferentes sectores de la industria cultural y las Sociedades de Gestión de Derechos de Autor en connivencia con algunos Gobiernos, son maniobras que tratan de impedir el flujo libre de contenidos, criminalizarlo e imponerle una lógica de escasez que permita su posterior explotación.

Todo parece encaminado hacia la anulación o entorpecimiento de los mecanismos de cooperación entre millones de personas y la distribución libre de contenidos. En definitiva, la clausura de su potencial comunicativo.

  • El avance consecuente de la sociedad de la información y el conocimiento requiere, con urgencia,
  • superar concepciones anacrónicas de copyright -todos los derechos reservados- para habilitar otras formas más flexibles que permitan el uso de licencias abiertas (copyleft);
  • incentivar el software libre frente al propietario;
  • repensar la autoría individual y el concepto restrictivo de original en un momento donde las prácticas colaborativas, la copia y la reapropiación son substanciales al mismo fenómeno de la tecnología digital;
  • neutralizar los intentos de criminalización y promover la defensa de los flujos antiautoritarios;
  • acabar con la cultura del pánico o la culpabilización y fomentar la de la corresponsabilidad libre.

No en vano, los pioneros que intervinieron en la construcción de internet lo pensaron como un espacio abierto para la comunicación, la socialización de la experiencia técnica y el uso creativo, no meramente instrumental.

Conocimiento libre. diariovasco.com

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