Nerviosa, urgente. Como sólo la gente joven puede vivir. Andrea Buenavista atraviesa acompañada la puerta de hierro de Tabakalera. Habla de cervezas y pasamanos, y dirige sus pasos hacia los camerinos de la Sala Kutxa Kultur Kluba (yo suelo completar el nombre con “Jose Antonio Ardanza”, por aquello de estirar de forma vacua los nombres oficiales).
Viene a Donostia bien acompañada. A lo largo de la noche disfrutaremos del aplomo de Diana Erenas (bajo), la versatilidad de Luis García Vega (guitarra) y la sencillez efectiva y dispar de Martyn Lillyman (batería). Andrea y su española, risueñas en todo momento, se plantarían en mitad del escenario, que es su sitio natural
Esa naturalidad que nos flipó, no hay otra palabra, hace un par de años en Altxerri (ay). Franca en sus frases, orgullosa en sus penas, navegando por los desamores magnificados que protagonizan nuestros primeros años con palabras cabronas, cotidianas y certeras.
En el estreno triple de Tabakalera (inauguraba el Boga Boga Festibala, estrenaba un disco que aún no ha salido y pisaba su ciudad en formato banda) aquella frescura que nos cautivó supo abrigarse bien en su insolente paseo por los estilos.
Hubo canciones chulapas, estrofas tensionadas cercanas a Galaxie 500, otras robadas por arte de birlibirloque a Luna, devaneos country, canciones de folk ganador que llamarían la atención de Lorena Álvarez, vaciladas a propios y extraños, preciosos bailes de salón con las caderas de Elvis, algún traspié Sabinista, impecables caminatas narrativas (‘Buenavista’, la otrora barriada rockera, la que ahora da apellido a su nombre artístico), paseos por Praderas sin Dolores mortales, acordes que quisimos emparentar con el Donosti Sound y composiciones clásicas a las que agradecemos no haberle sumado el autotune.
Todo ello mezclado de forma innata y franca. Sin buscar el virtuosismo, solo encontrando el mejor camino para llegar a su idea. Dibujando un perfil con distintas aristas como distintos humores tenemos a lo largo del día. Con la soltura que da la juventud a la hora de combinar prendas sonoras sin rubor – y que todo te quede bien, algo irrepetible más adelante-.
Aquí quedamos, esperando esas «Penas de amor» en vinilo para que nuestra casa o nuestros paseos urbanos se llenen de la orgullosa creatividad de la donostiarra