No es un tema de actualidad. El propio hecho así lo constata. Pero el cierre de Music-Store, la tienda de instrumentos musicales situada en la donostiarra Calle Easo, ha dejado a la capital guipuzcoana con dos establecimientos de este tipo. Curiosamente, ambos situados en pleno centro de la ciudad, alrededor de la Plaza del Buen Pastor.
Es otro tipo de crisis de la industria musical, en este caso relacionada con la máquina-herramienta de los músicos. No creo que tenga que ver directamente con el descenso de ventas de discos, pero sí con un cambio de modas y un menor interés en formar parte activa de los mundos creativos.
Sí, cada vez hay más conciertos. Pero de bandas ya existentes. Quedar para tocar ya no interesa a la chavalería tanto como antes. Tampoco tienen muchas facilidades para poder hacerlo en la ciudad de los -2016 decibelios. Los garajes se han hecho más pasivos: Se llenan de sofás y playstations en vez de amplis de 30 kilos y ruidos altos de tarde-noche. Mejor para evitar multas. Sin olvidar el proceso de creación y grabación casero, tan de boga estos días por economía y comodidad, que hace que tus necesidades sean menos físicas, más virtuales y, ya puestos, de adquisición gratuita.
Pero resuelta innegable que la globalización también ha afectado a este mundo donostiarra. Pocos músicos no cuentan con los catálogos de las tiendas alemanas de ventas, que tienen un trato exquisito y precios realmente ajustados. Por no hablar de nuestros vecinos franceses, que cuentan en sus largas vitrinas con no menos de 10-15 modelos de cada tipo de guitarras – eléctricas, acústicas, españolas-. Es muy importante para un músico, sobre todo novel, poder tocar la guitarra, saber como trastea, como se siente y cómo suena. En Donostia -a alguna de las tiendas aún existentes me remito, a las muertas hay que seguir mostrándoles respeto- tiran de catálogo y de “esta se vende muy bien”. Joder, y la cocaína, y no por eso me compro un kilo.